Christian Bozon, La Malagueta, 1998 grabado original

175,00

Grabado a color, aguatinta, firmado y numerado al lápiz por el autor. Grabado número 10 de una serie limitada de 30 ejemplares. Título “La Malagueta”, año 1998. Etapa malagueña. Obra original.

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Descripción

Grabado a color, aguatinta, firmado y numerado al lápiz por el autor. Grabado número 10 de una serie limitada de 30 ejemplares. Título La Malagueta, año 1998. Etapa malagueña. Obra original.

Medidas de todo el papel: 38 x 57 cms., y de la plancha: 20 x 24,5 cms.

Christian Bozon es licenciado en Artes por la Escuela de Bellas Artes de Besançon, en la que aprendió a grabar con los reputados maestros George Oudot y Jean Scanreight. Su primer grabado de aprendizaje es de 1987. Desde junio de 1993 a septiembre de 1994 trabajó en el taller del Centro Cultural Francés en Tetuán, Marruecos, haciendo realidad su sueño infantil de vivir en el sur, de hablar español y de expresar el color de las tierras cálidas andaluzas y africanas. En Asilah, en un encuentro de artistas mediterráneos, conoció a Francisco Aguilar y decidió ir a trabajar con él a Málaga. Desde 1995 colabora en el Taller Gravura.

Desde 1990 ha hecho repetidas exposiciones de sus pinturas en grandes lienzos o de sus estampas en Vallorbe (Suiza); en las ciudades francesas de Besançon, Lons le Saunier, París y Goux; en las marroquíes de Tetuán y Fez y en Málaga. Ha participado en certámenes gráficos de Francia, Marruecos, Suiza y España, en especial en Estampa, Madrid, desde 1995 hasta hoy. Sus grabados son vendidos o llevados a certámenes en España, Francia, Luxemburgo, Holanda, Alemania y Bélgica.

Es grabador completo, dedicándose a estampar sus producciones y otras del Taller. Sus técnicas preferidas, que suele emplear en una misma obra, son aguatinta y barniz blando. No ha hecho aguafuerte ni le gusta por no convenir a su carácter. Emplea la punta seca o la manera negra en obras que lo requieren. Es un artista colorista con una exquisita predisposición para el contraste de las gamas frías y calientes o para las luces. Por la multiplicación de hasta tres planchas por obra, su refinado colorido y su luz actúan como elementos de composición. La estampación representa otro tanto o más de creatividad que la incisión de la matriz. Si él no estampara, sus grabados no serían lo que son. Es por ello que sus tiradas han sido siempre muy precisas y no han estado tan condicionadas por la demanda como por la poética que le define.

Christian Bozon es más un artista de luz y color que de línea. Entiende aquéllos como forma y, como se ha dicho, la iluminación establece la composición por zonas. Consigue una riqueza cromática que tiene el encanto orientalista de los cultos y refinados pintores africanistas de Francia: desde Delacroix e Ingres a Matisse, hay una línea de exotismo imaginario que recorre el arte galo. En esta línea está Christian Bozon, en la frontera de la abstracción, pero sólo abstracta en la apariencia de zonas cromáticas y luminosas, porque una mirada más atenta descubre formas naturalistas y ambientes de interiores inundados de placidez. Se siente a gusto con el mito del sur, y tanto a él como a la crítica francesa no les cuesta mucho esfuerzo encontrar en éste el tópico, «leur caractère sauvage», sea andaluz o marroquí. La curiosidad o la ensoñación poética hacen únicos y exclusivos valores románticos. La crítica española reconoce su destreza de oficio en el grabado y la ya comentada frescura de color: «El contenido de estas obras, clásico en un expresionismo sea matérico, sea tachista con los que resuelve temas al filo de la abstracción, es de una figuración sugerida, adivinada, en la línea de importantes grabadores: el gesto de Tàpies es una de las coordenadas y una preciosa lección en la consecución de los efectos y diálogos; la magia de Antoni Clavé con su parte de personajes reyes o heraldos, son influencias que este artista soluciona dando una nueva lectura a lo visto…»

Aunque no tenemos un conocimiento completo de la obra de Christian Bozon, por ignorar la realizada en Besançon, vemos tres etapas en su evolución desde su establecimiento en Tetuán: la marroquí, de cubismo exótico, de 1993 a 1995; la malagueña mítica influida por las cosmogonías de Aguilar, hasta 1999 y, por último, la actual desde 2000 a hoy, que es una remembranza francesa. Una de otra son muy diferentes las tres, pero las une el afán por la conquista de la luz y porque su posición estética es francesa, aunque su prisma de visión se aclare con la cegadora iluminación mediterránea: la sugerencia sureña es sólo catalizador para que Bozon sea más francés. Su arte nunca ha captado ni interpretado las realidades marroquí o española. Nos consta que no comparte estas reflexiones. La etapa malagueña de Bozon hasta 2000 es la más conocida y objeto de las críticas anteriormente citadas. Es de una figuración mitológica de seres fantásticos y mágicos que, creemos, han sido elegidos tanto del imaginario del pintor como de los infinitos que emplea Francisco Aguilar. El modo dibujístico, los temas y los títulos lo confirman, La Frontera, El Galeón, La Malagueta, Piratas, El circo, etc. Es un periodo de aclimatación a Málaga, que no tardó mucho en encontrar, y de intensa experimentación al lado de un grabador sabio y de larga experiencia como es Aguilar. Se caracteriza por una enorme libertad en el trazo y diseño de las figuras, búsqueda de efectos con rayados, humor en los motivos, etc.

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